Un día
se llenó mi alma de dulce luz,
y los irisados brillos llenaron mi vida.
La luz
ahuyentaba las sombras
y
alejaba de mí los demonios de mis infiernos.
Mi
corazón latía henchido derramando poesía.
Pasó el
tiempo
y la luz me fue negada
y regresaron
las sombras
y el
miedo
y la
desesperanza
y el hastío yermo de la noche oscura.
Ya no
permitiré que mi corazón desborde,
ya no dejaré que a él nadie se asome,
Guardare
debajo de una losa
la poca
luz que aún queda.
Me
marchitaré en las sombras
tras
una máscara.
Alinna